Anónimo.
Fátima contempló el frente de la casa desde su auto, y dudó, pero al fin se decidió y entró.
Cuando era niña no le gustaba ir a aquella casa, la asustaba, teniendo sus padres que
llevarla a la fuerza. En la casa vivía su tía, una anciana excéntrica y solitaria, muy rica y
avara también.
Aunque eran recibidos de mala gana por la anciana, los padres de Fátima la visitaban con la
intención de hacerse merecedores de la herencia de ésta. De nada les sirvió; murieron en un
accidente de tránsito.
La anciana murió años después y sin haber hecho un testamento. Fátima fue hasta la casa para
tomar algunas cosas, antes que otros parientes lo hicieran.
Atravesó lentamente la sala. Todo estaba como lo recordaba, aunque hacía muchos años que
no visitaba el lugar.
Los muebles eran grandes y viejos; una fina capa de polvo opacaba todo, haciéndolo lucir más
antiguo, y cerca del techo se arqueaban inmensas telas de araña, pesadas por el polvo.
Avanzó hasta el cuarto que fuera de su tía. La cama en donde dormía la anciana, tenía el
colchón hundido en el medio, señal de que la dueña había estado postrada sus últimas semanas.
Fátima comenzó a revisar los cajones de una cómoda, buscando joyas.
Tenía la mitad del brazo metida en un cajón, cuando súbitamente sintió que algo le agarró la
mano. Tironeó con fuerza, y vio que lo que hizo presa de su mano, era otra mano, huesuda y
arrugada, toda surcada de venas saltadas.
Fátima emitió un grito muy agudo que reverberó por toda la casa.
Cuando logró zafarse, la mano del cajón quedó tanteando el aire con rápidos movimientos de
los dedos.
Al girar rumbo a la puerta, notó un bulto grande sobre la cama; era su tía, con la apariencia
putrefacta que debía tener en ese momento en el ataúd en que estaba enterrada.
- ¡Fátima, ven a saludar a tu tía! - dijo la aparición, y lanzó una carcajada estruendosa.
Fátima sintió que se iba a desmayar de terror, entonces hizo un esfuerzo y salió de cuarto
tambaleándose. Alcanzó la puerta de salida, pero apenas traspasó el umbral cayó desmayada, y
enseguida una fuerza invisible la arrastró hacia el interior y la puerta se cerró.
Cuando era niña no le gustaba ir a aquella casa, la asustaba, teniendo sus padres que
llevarla a la fuerza. En la casa vivía su tía, una anciana excéntrica y solitaria, muy rica y
avara también.
Aunque eran recibidos de mala gana por la anciana, los padres de Fátima la visitaban con la
intención de hacerse merecedores de la herencia de ésta. De nada les sirvió; murieron en un
accidente de tránsito.
La anciana murió años después y sin haber hecho un testamento. Fátima fue hasta la casa para
tomar algunas cosas, antes que otros parientes lo hicieran.
Atravesó lentamente la sala. Todo estaba como lo recordaba, aunque hacía muchos años que
no visitaba el lugar.
Los muebles eran grandes y viejos; una fina capa de polvo opacaba todo, haciéndolo lucir más
antiguo, y cerca del techo se arqueaban inmensas telas de araña, pesadas por el polvo.
Avanzó hasta el cuarto que fuera de su tía. La cama en donde dormía la anciana, tenía el
colchón hundido en el medio, señal de que la dueña había estado postrada sus últimas semanas.
Fátima comenzó a revisar los cajones de una cómoda, buscando joyas.
Tenía la mitad del brazo metida en un cajón, cuando súbitamente sintió que algo le agarró la
mano. Tironeó con fuerza, y vio que lo que hizo presa de su mano, era otra mano, huesuda y
arrugada, toda surcada de venas saltadas.
Fátima emitió un grito muy agudo que reverberó por toda la casa.
Cuando logró zafarse, la mano del cajón quedó tanteando el aire con rápidos movimientos de
los dedos.
Al girar rumbo a la puerta, notó un bulto grande sobre la cama; era su tía, con la apariencia
putrefacta que debía tener en ese momento en el ataúd en que estaba enterrada.
- ¡Fátima, ven a saludar a tu tía! - dijo la aparición, y lanzó una carcajada estruendosa.
Fátima sintió que se iba a desmayar de terror, entonces hizo un esfuerzo y salió de cuarto
tambaleándose. Alcanzó la puerta de salida, pero apenas traspasó el umbral cayó desmayada, y
enseguida una fuerza invisible la arrastró hacia el interior y la puerta se cerró.